¿De cuántos miembros se componía tu familia?
Además de mis padres, éramos cinco chicas y dos chicos. “Mi hermana mayor ya trabajaba”, con una voz llena de amor y ternura Blanquita dice: “mi hermana Teresa tenía mucha capacidad para estudiar, era muy inteligente, pero tuvo que dejar la escuela en 1955”, ¡y yo!, Yo también tuve que dejar la escuela, no había más remedio, había que ayudar y cada uno aportaba lo que podía. Todos éramos solidarios, esa era la palabra de mi padre: si queríamos tener una vida decente todos teníamos que ser solidarios en la familia.
Desde los 14 años trabajabas cuidando niños en casa del ingeniero. Dime, Blanquita, ¿cuándo decidiste venir a Lieja?
Sabíamos que otras familias habían emigrado. Yo nunca pensé que eso pudiera ser la solución a nuestros problemas, pero fueron nuestros vecinos, Manolo y Manolita quienes, un año, de vuelta en el pueblo durante sus vacaciones, nos contaron cómo vivían allí.
Nos hablaron muy bien de Lieja, nos contaron cómo vivía allí la gente, cuáles eran las condiciones de trabajo, cuánto se ganaba. Nos dijeron que era fácil encontrar empleo.
Así fue como mi hermana Mari y yo decidimos irnos en 1966. Nuestra idea era la de ganar el máximo posible para ayudar a nuestros padres y hermanos y volver a casa rápidamente.
¿Quién os consiguió trabajo?
Nuestros amigos de Blimea, Manolo y Manolita, nos encontraron trabajo. Trabajábamos internas como asistentas en casa de un médico en Embourg (Lieja). Nos encargábamos de todas las tareas domésticas. Teníamos los fines de semana libres y aprovechábamos esos días de descanso para ver a nuestros amigos.
Los domingos por la mañana íbamos al mercado (La Batte). Mientras nos paseábamos nos sentíamos llenas de ilusión y alegría, a cada metro nos encontrábamos con un grupo de españoles, teníamos la sensación de estar en el pueblo.
Por todas partes entrábamos en las conversaciones, la gente hablaba de todo, de su experiencia propia como emigrante, de sus familias, de su pueblo, de la situación política y social, de la dictadura, de la falta de libertad en España.
Había grupos de jóvenes que recorrían el mercado vendiendo periódicos. No costaba mucho encontrar un bar o un restaurante español, había uno en cada esquina, “todo eso te ayuda a olvidar la dureza del clima y la distancia que te separa de tu familia”. Para divertirnos un poco, mi hermana, Mari, y yo íbamos a bailar al Edén.
¿Hubo algo que os llamara la atención durante los primeros meses, una vez instaladas en Lieja?
Sí, sentíamos la libertad. Era otra cosa diferente al pueblo, a España. También recuerdo que un día de primavera, cuando me desperté, fuera estaba todo blanco, había nevado durante toda la noche. Nunca antes había visto tanta nieve, ni siquiera en el pueblo, en Asturias. En otra ocasión, habíamos acudido a casa de unos amigos de Lieja y todos los puentes estaban cerrados al tráfico, el hielo había paralizado toda la ciudad.
Recuerdo las reuniones en las que participábamos con los jóvenes del club y de la UJCE (Unión de Juventudes Comunistas de España).
Al compartir toda la misma ilusión, una España más libre, nos reuníamos en casa de una camarada (Antoñita) y las horas pasaban sin que nos diéramos cuenta.
Tu primer contacto con el club F. G. Lorca fue en compañía de Chema, ¿cuál fue tu primera impresión?
Cuando entrabas al club tenías la sensación de entrar en tu propia casa o en la casa de tu familia. Sentías esa calidez humana entre las personas que estaban allí, reinaba un clima perfecto de fraternidad y amistad entre todas las familias que iban al club.
Ya conocíamos a algunas de las personas que estaban allí. Una de ellas era Hortensia, la madre de Nico (con quien militábamos conjuntamente en la UJCE). Ella era muy amiga de mi cuñada, Eloína González.
Esta camarada y amiga sufrió mucho por la pérdida de su marido, fue un verdadero drama para la familia pues Hortensia se quedó sola con 7 hijos a su cargo. El tiempo pasó y nos demostró a todos la valentía y el coraje de esta madre.
Que recuerde, nunca hubo un acto de tal solidaridad como el día del entierro. Fueron miles, creo que podría incluso decir que todos los españoles de Lieja estaban presentes en el entierro. Los camaradas y amigos acompañaron el cortejo fúnebre a pie hasta el cementerio de Robermont, el féretro fue portado a hombros durante todo el trayecto.
Esta solidaridad continuó durante los días siguientes. Cada uno, en la medida de sus posibilidades, ayudó a Hortensia a salir y a continuar adelante.
Hablemos de Chema y dejemos por escrito una página de su vida y de sus pasiones.
Chema llegó en 1963 con su hermana, Eloína, y su cuñado. Son tantos los momentos de su vida que habría que transcribir que puedo decir que todos los vivió apasionadamente: su militancia en la UJCE, la música, el trabajo en el partido, los años que pasó como presidente del club F. G. Lorca de Seraing.
Era un camarada en todos los momentos. Durante una manifestación en Bruselas, contra las armas atómicas, tuvo que intervenir, a su manera, de manera tranquila para apaciguar los ánimos. Faltó muy poco para que la situación explotara pues había un grupo de extremistas que buscaban problemas. Recuerdo como uno de ellos le dio una patada a Vidala en la pierna, mi hermana, Carmina, se interpuso para que no le dieran. Temimos que arrestaran a mi hermana Carmina porque en ese momento todavía no tenía sus papeles (documentos de identidad) en regla.
Háblanos de su música
Tocó y formó parte de muchas orquestas. Al principio ensayaba en su casa, después, en 1965, empezó a tocar con la orquesta “Le Gatti Neri”. De 1968 a 1970 tocaba los sábados por la noche en el club F. G. Lorca de la Place du Théâtre con el grupo “Los Valientes”, en 1974 tocó con el grupo flamenco “Luz del Alba” y de 1990 a 1992 con el grupo “La Nevada”.
Chema era muy aficionado a la música, era una verdadera pasión. En Lieja todos le conocían, todos le querían mucho, era muy sociable y siempre estaba dispuesto a ayudar. Si debía hacer algo por alguien lo hacía pasando por encima de sus problemas personales. Le gustaban las cosas bien hechas. Luchó mucho para conseguir todo lo que tenía, siempre quería lo mejor para su grupo y sus amigos. Siempre tenía un chiste, una broma o una canción para los demás, era imposible aburrirse con él.
¿Chema presidió el club F. G. Lorca de Seraing?
El club abrió sus puertas en 1977 y Chema fue su presidente desde el primer día y durante 18 años. De nuevo hay que decir que esos años fueron años de una actividad frenética y una gran dedicación por el trabajo que había que realizar. Debemos recordar que los otros miembros del club también ayudaron mucho.
Además de sus funciones como presidente del club, Chema era el responsable político del partido en Seraing y miembro del Comité Regional. Chema se ocupaba de todas sus actividades con el mismo rigor que lo hacía con la música.
Desde el club de Seraing se organizaban un gran número de actividades para la colonia española: las fiestas de Nochevieja, las fiestas en Ivoz Ramet, los carnavales, las excursiones, siempre el máximo de actividades para recaudar fondos.
Desgraciadamente el local tuvo que cerrar, lo que causó una gran pérdida social para toda la colonia de aquí y de los alrededores: la gente venía desde Amay, Ivoz Ramet, Flémalle, Jemeppe, Engins y todo eso se perdió.
La enfermedad apartó a Chema de todo eso. Chema nos dejó en 1994 tras una terrible enfermedad.
Unas últimas palabras, ¿cómo era Chema?
Chema era madrero, estaba pegado a las faldas de su madre, le gustaba hablar con la gente, siempre buscaba estar en contacto con la sociedad. Cuando se subía al escenario con los músicos se comunicaba con el público, siempre decía que eran unos momentos excepcionales que compartía con su público. Chema era único.
Liège février 2011
Entrevista realizada por Manuel Rodriguez