Queridos camaradas,
El papel que me han asignado Manolo y Cayín esta noche resulta sino difícil, casi imposible de realizar. Se trata de reconstituir en 10 minutos la historia de los Clubs García Lorca, desde la perspectiva de mis 68 años.
Para comprender el nacimiento y el extraordinario auge de nuestros Clubs García Lorca durante más de medio siglo de existencia, necesariamente hay que dar cuenta de la emigración y del exilio de millares de trabajadores españoles en Bélgica, sobre todo, de su solidaridad con la España republicana y con la lucha por las libertades democráticas frente a la tiranía de Franco.
Pues el presente siempre se explica a través del pasado.
A partir de 1956, la llegada de trabajadores españoles introduce nuevos referentes, pues habían conocido la increíble crueldad social de la posguerra en España y, muchos de entre ellos, incluso habían participado en las nuevas luchas obreras contra la dictadura.
Aquellos que desembarcaron en la estación de Guillemins en 1960 se toparon con la gendarmería y con el ejército que reprimía la Gran Huelga General contra la ley Única –la Ley “inique”- de Gaston Eysken y compartieron los eslóganes de los obreros belgas:”Eyskens, ¡al paredón!”
Los primeros en llegar fueron enviados al fondo de la mina. Los asturianos que vinieron conocían las entrañas de la tierra, pero los demás sólo conocían el sol abrasador de su país.
Pero la tierra no se deja arrebatar su carbón sin pestañear. En el pozo del Bois du Cazier, en Marcinelle, cientos de mineros, en su mayoría italianos, acababan de morir sepultados bajo la roca, triturados por las piedras, asfixiados o despedazados por la explosión del gas grisú. En 1966, nuestro camarada, Antonio Albacete, murió en un accidente en la explotación hullera Hasard de Cheratte. Uno de nuestros jóvenes miembros, Dionisio Villar, murió también en un accidente en la mina. El cortejo fúnebre fue impresionante, toda la comunidad española respondió a la llamada.
La fundación del primer Club hispano-belga García Lorca se retrotrae a 1954 en la ciudad de Bruselas, bajo la apariencia de organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo era “promover los lazos de amistad entre belgas y españoles, además de dar a conocer en Bélgica el arte, el folclore, la literatura, la historia y todos los aspectos de la vida del pueblo español”.
Resulta imposible no mencionar aquí a nuestros amigos Jacques Moins y Jacques Bourgaux en Bruselas; Juless Raskin y Janine en Lieja, nuestros “abogados” voluntarios a quienes debemos tanto; de buena gana hubieran evitado nuestras mediocres cualidades administrativas y algunas de nuestras extravagancias con tufillo anarquista, pero siempre estuvieron ahí para defendernos, ya fuera en el Tribunal de Justicia o en la comisaría de policía.
Nuestra joven historiadora, Maite Molina, nos mostró el recorrido histórico de los Clubs García Lorca a través de la exposición “Cara a España”. El Club de Lieja fue creado en 1959 y disponía de un local en el barrio de Outremeuse, sin embargo, no fue hasta finales de 1961 cuando el Club se constituyó oficialmente como sección del de Bruselas.
El papel catalizador del asesinato de Julián Grimau en 1963, junto al Proceso de Burgos en 1970 y a la condena de los sindicalistas de CC.OO en el Proceso 1001 en 1973, contribuyeron a la expansión de los Clubs Lorca en Bélgica. Así pues, nuestros Clubs fueron fuente de importantes contribuciones económicas para los prisioneros políticos y sus familias, para los huelguistas en España y para las Comisiones Obreras clandestinas.
Nos instalamos en el Monte Saint-Martin en 1961, después desde 1963 a 1968 estuvimos al pie del Puente des Arches, y tras un breve paso por los alrededores de la Ópera, en 1969 nos mudamos al número 286 de la calle Saint-Léonard.
El apogeo se produjo entre 1972 y 1977 cuando el Club se instaló en la calle Gueldre, además, surgió un nuevo impulso con la fundación del Club Deportivo de la calle Potay en 1984 y, sobre todo, en 1987 en la calle Jonruelle, mientras que la “casa-madre” se establecía de nuevo en Saint-Léonard.
Los jóvenes, muy activos, publicaron un boletín y organizaron talleres de fotografía, un cine-club, grupos de baile, equipos de fútbol, excursiones, grupos de teatro o música como “Las Revoltosas”, lo que contribuyó a atraer a un gran número de jóvenes españoles.
Se trató de una etapa de apertura, rica en intercambios con la sociedad de acogida, en la que no sólo se entablaron lazos con las asociaciones italianas del Leonardo da Vinci y con las chilenas, sino también con asociaciones belgas como la casa de la juventud del Barrio Saint-Léonard. Las iniciativas solidarias se multiplicaron con motivo del golpe de estado contra Salvador Allende en Chile, de la lucha del pueblo palestino y de la guerra del Vietnam, ocasión en la que llegó a recogerse sangre de inmigrantes españoles que sería enviada a Vietnam vía la representación diplomática vietnamita en Bruselas. Un enorme agradecimiento a nuestros amigos vietnamitas de entonces: Nhût y Gia, que volvieron a la ciudad de Hô-Chi-Minh hace unos años.
Ensemble, nous entreprenons une longue marche pour passer de la catégorie d’immigrés à celle de citoyens à part entière. Le Club est représenté dans la candidature gagnante au Conseil Consultatif Communal des Immigrés de la Ville de Liège, en 1973, le premier en Europe élu au suffrage universel comme un premier pas vers le droit de vote.
Unidos emprendimos un largo camino para pasar de la categoría de inmigrantes a la de ciudadanos completos. El Club estuvo representado en la candidatura vencedora en las elecciones al Consejo Comunal Consultivo de Inmigrantes de la ciudad de Lieja en 1973, el primero en Europa en ser elegido por sufragio universal como un primer paso hacia el derecho de voto.
La muerte de Franco en 1975 marcó el final de la oleada migratoria española hacia Europa. En este contexto, el Club de Lieja comenzó un proceso de descentralización: si bien es cierto que ya se había creado en Verviers un primer club en 1966, otros nuevos Clubs empezaron a organizarse en los lugares de concentración de la comunidad española: en Seraing en 1977 (al lado de las industrias siderúrgicas reunidas alrededor de Cockerill); en Herstal en 1978 (cerca de Cheratte y de sus minas y del lugar de implantación de la Fábrica Nacional de Armas) y también en Gilly en 1981, en la zona de Charleroi. Mientras que el Club de Bruselas se encontraba en pleno apogeo, se fueron creando otros Clubs Lorca en Houthalen y Waterschei, cerca de las explotaciones hulleras de Limburgo, y en Amberes.
En 1979, los Clubs alcanzaron su cénit en cuanto al número de socios en Bélgica, llegando a contar con cerca de 2.000 miembros. En principio se reagruparon en una federación de la Región Valona en 1981 y en 1984 lo hicieron en forma de federación nacional. Es la época de las grandes Fiestas populares que organizábamos en Bruselas y que reunían entre 2.000 y 5.000 personas cada año, además, fueron cientos los que participaron en la Fiesta del Club de Lieja organizada en la Plaza Maghin durante tres años consecutivos.
Tras los « Dorados Años Sesenta » sobrevino la crisis del petróleo y los trabajadores españoles acompañaron a los belgas en lo bueno y en lo malo: el cierre de las explotaciones hulleras y la desaparición de los “gueules noires ”; la caída de los reductos industriales: Cockeril, la Fábrica Nacional de Armas, la Fundición Mangé; la fábrica de vidrio Val Saint-Lambert… los españoles marcharon codo con codo, cogidos de la mano, con sus camaradas de todas las nacionalidades.
Lo clubs, que siempre habían evolucionado al ritmo de las mutaciones económicas y políticas, a finales de los años ochenta del siglo pasado, notaron una baja importante en su número de efectivos, provocada por la muerte o el retorno a España de los más ancianos o la inserción de los más jóvenes en la sociedad belga. Los Clubs conocieron un rápido declive con el cierre del situado en Gilly en 1989, seguido del de Seraing en 1997 y del Deportivo en 1998. En Herstal, el Club se transformó en 1966 en el Centro Cultural Miguel Hernández. El último Club Lorca de Bélgica, el de la calle Saint-Léonard, cerró sus puertas en diciembre de 2008.
En el año 2000, el Club de Bruselas devino la Cooperativa García Lorca, siempre abierta a las luchas sociales, en defensa de una visión solidaria de la sociedad belga, y siempre en contacto con España.
El Club Deportivo de la calle Jonruelle se convirtió en un icono, en un éxito de esta metamorfosis, una vuelta a la realidad y un lugar importante de intercambio con la sociedad belga y sus distintos miembros, especialmente, con los sindicatos y la población belga. Su transferencia al Centro Multicultural Resistencias justifica su continuidad y garantiza su legado. Lo que resulta interesante es que ya no es sólo un trabajo de españoles, es un trabajo de belgas y de personas de otras nacionalidades que han fusionado su saber hacer y su visión del mundo para crear una nueva imagen de internacionalismo solidario.
Esta época presenció, sobre todo, el ascenso del poder de los jóvenes del Club, que comprendieron la necesidad de conseguir la unión entre la vertiente española y Bélgica como tierra de acogida. Nuestros locales vieron crecer a decenas de jóvenes que se formaron aquí, siguiendo las huellas de sus padres, y que se han convertido en dirigentes sindicales, en abogados, profesores, o que volvieron a España para ser elegidos delegados sindicales, representantes de movimientos ciudadanos, alcaldes o concejales.
Para ellos y ellas, el Club fue la cuna, la chispa, la fragua y la llama. Aquí fue donde adquirieron los valores y los principios que les acompañarían durante toda su vida; entre esos muros compartieron risas y llantos, la nostalgia, la amistad y el amor.
Al fin y al cabo, tuvimos suerte. Nuestro barco llegó al puerto de Lieja, puerto de libertad, cruce de civilizaciones, Ciudad Ardiente abierta al mundo y fiel a sus raíces, consciente de su sustrato popular.
Amamos el país de Tchantchès et Nanesse, las fiestas del 15 de agosto, el mercado de los domingos, la República Libre de Outremeuse y a Simenon, Grétry, César Franck, Eugène Ysaye y a los hermanos Dardenne.
Nos gustan las endivias, las albóndigas, las “cûtes peûres ” de nuestra infancia, los “bouquettes ” los “briques y los miches ”.
Tenemos apego a esta tierra, a una identidad valona e internacional compartida por todos nosotros.
Somos de Lieja y estamos orgullosos de serlo, « firs di l’esse ».
Queridos camaradas, en homenaje a todos aquellos y aquellas que hicieron posible la libertad en España y que contribuyeron al progreso de la clase obrera en Bélgica, me gustaría terminar leyendo este fragmento de Cervantes, en el que Don Quijote se dirige a su escudero y le dice solemnemente:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
José Manuel Fernández
(Lieja, 3 de octubre de 2014)