La guerra civil española
Dirigidos por el antiguo jefe del estado mayor del ejército, el general Francisco Franco Bahamonde, los militares de la guarnición de Melilla se sublevaron contra el gobierno republicano del Frente Popular. Gracias al apoyo de los generales Mola y Sanjurjo, el movimiento de insurrección de los militares se extendió rápidamente por toda España haciendo estallar la guerra civil. La población civil se encontró cara a cara con los horrores de la guerra.
La tarde del 26 de abril de 1937 el pequeño pueblo de Guernica (País Vasco) fue bombardeado por la aviación alemana durante tres horas. Hitler, aliado del general Franco en la guerra civil española, quiso aterrorizar a la población. El balance de esta incursión, 1654 muertos y 889 heridos, provocó la indignación en Bélgica y en el mundo entero. Ese mismo año, para la Exposición de París, Pablo Picasso pintará su cuadro más famoso basándose en el tema de la tragedia de Guernica.
Reacciones y compromisos en Bélgica
El desfile de violencia que acompañó a esta guerra provocó una conmoción en el seno de la opinión internacional y en la belga. Pocas veces un conflicto había suscitado tantas reacciones entre la población belga. En Valonia, en Bruselas y en Flandes el conflicto provocó numerosas reacciones. Muchos belgas se comprometieron políticamente a favor de la España republicana y muchos incluso se comprometieron con la lucha armada.
Solidaridad belga con el pueblo español
Más allá del compromiso político y militar muchos belgas demostraron un gran impulso solidario: reuniones solidarias, recogida de víveres y armas, etcétera. En este caso, se trataba de apoyar al pueblo español dentro del país. Sin embargo, rápidamente muchos niños españoles fueron recibidos en Bélgica y posteriormente distribuidos entre familias de acogida. La ayuda a la España republicana fue considerable: las Brigadas Internaciones, alrededor de 3000 belgas, la acogida de huérfanos. Durante la guerra civil española alrededor de 5000 niños españoles encontraron refugio en Bélgica, sin olvidar las asociaciones, las acciones de los sindicatos y los partidos políticos, etcétera.
La llegada de los inmigrantes españoles
En este contexto, la llegada de un número muy importante de trabajadores inmigrantes españoles introdujo nuevos datos. Entre 1956 y 1966, en principio para trabajar en las minas y después en los sectores de la construcción y la industria, llegó un grupo de trabajadores españoles que alcanzó a finales de los años setenta la cifra de cuarenta mil personas. La mitad se establecieron en Bruselas, un cuarto en Lieja y el resto se diseminaron por Charleroi, Amberes, la provincia de Limburgo, etcétera. Así pues, se trataba de una población bastante agrupada entre la que se favorecería la acción política.
En relación a estos trabajadores españoles se ha venido hablando de “inmigración económica”. En Bélgica se encontraron con algunos compatriotas refugiados de la guerra civil o con niños de la guerra adoptados tras el conflicto. Esto es verdad, pero no es lo esencial. Esta emigración “económica” también fue “política” ya que, entre los inmigrantes españoles había trabajadores que habían formado parte de las nuevas luchas obreras antifranquistas en España.
Un número importante de estos inmigrantes vino de Asturias: se trataba de nativos asturianos o de trabajadores que habían inmigrado desde el interior del país (Andalucía, Extremadura, etcétera) relacionados con las minas o la siderurgia y que habían vivido in situ el nacimiento de las Comisiones Obreras (CC.OO).
Para ellos no era una novedad escuchar o hablar sobre la oposición al franquismo. Estos inmigrantes eran relativamente jóvenes, la mayoría tenían entre 30 y 40 años y por tanto, no habían participado directamente en la guerra civil (1936-39). No obstante, sí que habían conocido la miseria, la represión y la increíble crueldad social de la posguerra en España. Por su parte, el PCE nunca distinguió entre inmigrantes políticos y económicos, no así el PSOE, donde marcar esta diferencia era más común. Para el PCE todos los trabajadores eran potencialmente antifranquistas y a este hecho se debe la importante presencia del PCE entre los inmigrantes.