Sin lugar a dudas, para muchos de nosotros ella era una figura de referencia, un pilar en el que apoyarse. Para adultos y adolescentes Vidala encarnaba el testimonio vivo del exilio y la fuerza de una mujer que tenía la firme voluntad de no abandonar sus ideales.
En mi baúl de los recuerdos atesoro los instantes compartidos con ella en el García Lorca y en otros lugares.
En mi cabeza conservo tiernamente algunas imágenes de las Nocheviejas…
Ah, esas Nocheviejas en el Club y nuestra presencia en la cena familiar, ya que, la sensación de que éramos más que amigos o camaradas se hacía particularmente patente en esas ocasiones.
Cuando habían dado las doce y todos nos habíamos tomado las doce uvas, según la tradición española, vuelvo a ver a Vidala levantarse y fundirse en un largo abrazo con su marido. Pero lo que todavía, a día de hoy, más me impresiona son las palabras que ella pronunciaba en ese preciso momento año tras año: “¿Cuándo podremos volver a España?”. La voz entrecortada por el llanto nos congelaba a todos el alma. Durante algunos momentos la fiesta se teñía de nostalgia y de la terrible evidencia de que el exilio, sea cual sea, es largo y doloroso. En aquellos momentos se materializaba la consciencia de que no todos nuestros padres se habían marchado por los mismos motivos.
Los ojos aguados por la emoción, compartimos con ella toda su historia, sus penas y la esperanza, que nunca la había abandonado, de volver un día a su país. Pero para ello tenía que desaparecer el dictador. ¡Pero qué largo es el tiempo cuando uno está lejos de su tierra! La noche retomaba enseguida su ambiente festivo hasta el alba y Vidala volvía de vez en cuando a echar un ojo a su cocina…
Sin embargo, existe otro momento lleno de emoción relacionado directamente con Vidala y con su hijo Manolo. Me había marchado de Bélgica hacía un año y era la primera vez que regresaba a casa. Ellos acompañaron a mis padres a Bruselas a recogerme en el aeropuerto. Vidala tuvo la amabilidad de comprarme un ramo de rosas rojas a la sazón de bienvenida. Y allí estaba ella, con su rostro resplandeciente y su sonrisa protectora. Yo volvía con los míos, con mi familia, de la que Vidala y los otros, vosotros, formáis todavía parte. Los lazos fraternales no necesitan papeles para autentificar su existencia.
Mi generación creció bajo la protección e influencia de hombres y mujeres como Vidala, a ellos les debemos muchas más cosas de las que imaginamos.
¡SALUD CAMARADA REPUBLICANA !
Georgina Muñoz Gil
Febrero de 2010
Vidala, una mujer cuya personalidad no dejaba indiferente a nadie.
Me resulta inimaginable pensar en el Club García Lorca sin asociarlo a Vidala, una mujer cuya personalidad no dejaba indiferente a nadie.
Vidala imponía, por su carácter, por su presencia, por su infatigable compromiso con su país…un país que debió abandonar, como tantos otros, en circunstancias dramáticas.
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